lunes, 28 de julio de 2014

LA HUIDA DE DOS ENAMORADOS

Hola a todos.
Hoy, seguimos con un nuevo fragmento de este bonito relato.
Nos metemos de lleno en la historia de amor entre Christine y Harry.
Deseo de corazón que os esté gustando.

                             Cuando Christine cumplió diecisiete años, Harry pudo entrar en el internado él solo para verla.
                             Se dio cuenta de que los años habían pasado para ella. Y que iba camino de convertirse en toda una auténtica belleza.
-Deseo verla a solas, lady Christine-le dijo cuando ella bajó la escalera, camino del jardín-Reúnase conmigo mañana a la caída del Sol. Yo la estaré esperando a la orilla del río Adyar.
-¿Me está pidiendo una cita, milord?-inquirió Christine.
-Tan sólo quiero verla.
                              A la tarde siguiente, Christine logró salir del internado sin ser vista. Pudo encontrarse con Harry a la orilla del río Adyar. Él llevaba diez minutos allí esperándola.
                               Christine no podía quedarse mucho tiempo en aquel lugar.
                               Harry tuvo la ocasión de conocer mejor a aquella joven. Le pareció que era inteligente y sensata.
                              A partir de aquel día, los encuentros entre ambos se sucedieron. Siempre que podía, Christine lograba escaquearse del internado para encontrarse con Harry a la orilla del río Adyar. Pasaban más de una hora sentados sobre la hierba. Hablaban de muchas cosas. Christine le contaba cómo era su vida en el internado. Harry, por su parte, le hablaba de cómo le iban las clases con el preceptor que hacía años que había contratado su padre.
                             Eran encuentros secretos. Pero, además, Harry era muy respetuoso con Christine. Ella lo valoró de forma positiva.
-Yo la respeto, milady-le aseguró una tarde, durante uno de aquellos encuentros-No es mi intención faltarle el respeto. No se lo merece. Sé comportarme.
                            Christine sentía que flotaba en una nube. En ocasiones, con cualquier excusa, Harry lograba colarse dentro del internado. Christine y él se encontraban en el aula de Música. Hablaban de muchos temas. Christine le habló de la relación que mantenía con su padre y con su madrastra.
                             Harry, por su parte, no terminaba de llevarse bien con su hermano mayor. Había regresado a Inglaterra, supuestamente para hacerse cargo de las tierras de la familia.
-Pero se pasa todo el día metido en los peores antros de Londres-se lamentó Harry.
                              Christine lamentó escuchar aquel triste comentario. Harry había sentido una gran admiración hacia su hermano mayor cuando era más pequeño. Pero ya no era un niño.
                               Christine comparaba mentalmente al hermano mayor de Harry con el último amante de su madrastra. Todo el mundo en el Estado de Tamil Nadu estaba al tanto de las infidelidades de la esposa del Gobernador con otros hombres. Christine no entendía el porqué lord Lydford no había repudiado ya a su esposa. No estaba enamorado de ella. Al menos, no la había amado como sí había amado a su primera esposa. A la madre de Christine...
                            Seguía al lado de la actual lady Lydford porque no quería verse expuesto a un escándalo de proporciones descomunales si se divorciaba de ella. Además, él también le era infiel a ella.
                            Christine lo sabía.

-¡Estoy enamorada!-exclamó Christine una tarde, cuando Mina entró en la salita de estar.
                          La hizo sentarse a su lado en el sofá. Empezó a hablarle de Harry. De sus encuentros secretos...De lo mucho que la amaba. Mina la escuchó atónita.
                          Pensó que Christine se lo estaba inventando.
-¿Cómo que te has enamorado?-le preguntó Mina a su amiga-¿De quién se trata?
-¡Es el joven más maravilloso del mundo!-respondió una ilusionada Christine-¡No concibo la vida sin él! ¡Es mi vida!
-¿Te has vuelto loca? ¡No sabes lo que dices! El curso apenas hace unas semanas que ha empezado. Y no acabas de asumirlo.
                         Lo cierto era que, aquella misma tarde, a orillas del río Adyar, Harry le había robado un beso a Christine.

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