viernes, 19 de abril de 2013

SUEÑOS

                Esther ya conocía a Gabriel de vista.
                Sin embargo, fue en una tertulia donde se conocieron más a fondo. La tertulia se celebró en la casa de una de las familias más importantes de la ciudad, los Jiménez de Quesada, descendientes del conquistador español Gonzalo Jiménez de Quesada.
                Esther tuvo la sensación de que ella y Gabriel estaban hechos el uno para el otro. Y a él le pasó lo mismo. Esther no se parecía en nada a otras jovencitas casaderas que había conocido. Le gustaba la conversación de ella y se la veía mucho más culta e inteligente. Pero también tenía un carácter muy dulce. Además, era realmente hermosa. La madre de Esther estaba hablando con unas amigas. El padre de Esther aún no había partido hacia España. Se le veía entretenido hablando con el señor Jiménez de Quesada.
                Gabriel ya había pensado en empezar a buscar esposa. Y toda su atención se centró en Esther. Empezó a hablar con ella de otros temas.
-Todavía no he recibido ninguna oferta de matrimonio-le contó Esther. Vio a sus amigas Pilar Campuzano y Cristina Montero enzarzadas en una animada conversación. Parecía que Cristina le estaba contando un secreto a Pilar. Y que ésta se emocionaba. Se la veía contenta-Pero han empezado a venir algunos caballeros a mi casa. Dicen que quieren cortejarme. Me han regalado algunos ramos de flores. Me han escrito algunos versos. Le toca a mi padre decidir con quién me tengo que casar. Pero dudo que tenga, al final, la última palabra. Es militar y casi nunca está en la casa. Es muy triste.
-No dudo del buen criterio de su padre, señorita Alonso-afirmó Gabriel-Seré sincero con usted. Yo también estoy buscando esposa. Tengo cierta edad. Ha llegado el momento de que siente la cabeza. Y usted me gusta mucho.
-Señor...-Esther se ruborizó.
-No hace ni una hora que nos conocemos. Pero sé bien lo que quiero, señorita Alonso.
-Había oído hablar de su atrevimiento para con las muchachas, señor. Pero, después de haberle escuchado, sobrepasa con creces todo lo que pensaba acerca de usted.
                  Gabriel cogió la mano de Esther y se la besó.
-Se han dicho muchas cosas sobre mí-afirmó-Y espero que no todas sean malas.
-Es muy atrevido-insistió Esther-Pero también es un caballero.
-Atrevido...Caballero...No se pueden ser las dos cosas. ¿No cree?
-Creo que se puede ser atrevido. Pero sin faltar al decoro.
                  Gabriel se acercó a hablar con el señor Alonso. A pesar de todo, le expuso sus intenciones.
-Quiero cortejar a su hija Esther-le contó.
                  El señor Alonso sabía quién era Gabriel González de Santa Cruz. Prácticamente, estuvo a punto de dar saltos en mitad de la tertulia. Esther observaba la escena con gesto tenso. ¿De qué estarían hablando? ¿Qué se estarían diciendo?
                 En opinión de la señora Alonso, Gabriel estaba considerado como el mejor partido que existía en toda la ciudad. Se había fijado en Esther y su hija no debía de dejarle escapar. Viviría como una Reina.
-Espero que sea del agrado de mi hija-le dijo el señor Alonso a Gabriel-Y espero que no tarde mucho en pedirme su mano en matrimonio.
                  Pilar y Cristina rodearon a Esther. Le hicieron toda clase de preguntas acerca de las intenciones de Gabriel hacia ella.
-Me quiere cortejar-les contó.



                    A Esther le agradó la manera de ser Gabriel. Era un joven serio y responsable, muy distinto de los petimetres que la cortejaban. Era mucho más que un rostro atractivo y disfrutaba hablando con él. Una vez a la semana, Gabriel empezó a ir a casa de Esther. Hablaba con ella.
                   Estaban todo el rato en el salón. Esther bordaba un mantel y Gabriel hablaba con ella. Era consciente de que la joven le estaba escuchando. Pero no estaban solos. Tenían la compañía de una carabina. En este caso, se trataba de la antigua niñera de Esther. Decía que no quería dejar a la muchacha sola con aquel joven. No se fiaba mucho de él. Se había quedado soltera y pensaba que todos los hombres buscaban una cosa de las mujeres. Su perdición...
                  Los domingos, Gabriel salía a dar un paseo en faetón acompañado por Esther y por la antigua niñera de ésta por la Plaza de San Francisco.
-Me gustaría hablar con usted-le decía Gabriel a Esther durante aquellos paseos.
-Puede decirme lo que quiera-le animaba la joven.
-Ahora no...
-¿Por qué no?
-No estamos solos. Y lo que quiero decirle tiene que ser a solas. ¿Entiende?
-Sí...
                 Esther miraba con cierta desconfianza a su antigua niñera. La mujer estaba sentada en el asiento de enfrente del faetón con una pose muy rígida. A Esther le recordaba a una escultura griega que había visto en un libro de Filosofía.
-Lo entiendo-afirmaba la joven.
-Es muy importante-insistía Gabriel-Pero no quiero que lo sepa nadie.
                  La Iglesia de San Francisco se erigía en la Plaza. Al pasar por delante de ella, Esther siempre se santiguaba. Iba mucho por allí a rezar. Sobre todo, cuando su padre estaba lejos de casa. En algún combate...Fantaseaba con la idea de casarse en aquella Iglesia. Y con Gabriel González de Santa Cruz...



                   Semanas después, en aquella Plaza, el faetón se detuvo. La antigua niñera de Esther fue a saludar a una vieja amiga. Era la propietaria de una posada que se había abierto hacía poco en la zona. Estuvo hablando con ella durante un rato. Aprovechando su ausencia, Gabriel le robó a Esther su primer beso de amor.

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