lunes, 7 de diciembre de 2015

EL PRIMER CORREO ELECTRÓNICO

Hola a todos.
Se nota que este blog necesita volver a tener vida. Por ese motivo, me encargaré de hacer entradas más de seguido aquí.
No sólo publicaré aquí mis fanfics. También haré entradas que considero algo chorras.
Y aquí la entrada chorra del día. Enviar un correo electrónico es algo muy habitual. Poco a poco, los e-mails están sustituyendo al correo de toda la vida.
Los ordenadores acercan a la gente. Ya no es necesario el ir a verles para hablar con ellos. Ya no basta con coger un teléfono.
Tenemos numerosas páginas de correo electrónico a nuestra disposición.



Hoy, toca hacer Historia. Mirar hacia atrás.
Enviar correos electrónicos se ha convertido en algo cotidiano. Pero hace cuarenta años no se podía hacer. ¿Cuarenta años? Digamos que cuarenta y cinco años. Esto no existía.
El primer e-mail que se envió fue en 1971. Los ordenadores ocupaban habitaciones enteras. Raymond Tomlinson era un programador oriundo de Estados Unidos. Estaba trabajando en la mejora de un sistema de comunicación entre usuarios. Se llamaba dicho sistema SNDMSG. A partir de ahí, surgió una manera un tanto primitiva de mandar e-mails.
Pero dichos e-mails primigenios sólo se podían enviar entre aquellos que estaban usando la misma máquina. Cada computadora antigua podía ser usada por varios usuarios a la vez. ¡Eran enormes!
Poco a poco, Tomlinson fue desarrollando una manera de enviar mensajes a los usuarios de otras computadores. Fue en 1971 cuando nació la @. Es muy común usarla a la hora de crear un correo electrónico. Pero hace cuarenta y cinco años no existía. Fue invención de Tomlinson.
Al enviar un correo a los usuarios de otras máquinas, éstos debían de identificarse. Debían de decir cuál era el nombre de usuario que tenían.
Y aclarar dónde estaba su buzón. El buzón era la máquina que estaban usando. La computadora...Todo era muy nuevo.
Tomlinson envió con éxito un mensaje al usuario de otra computadora. ¡Había enviado el primer e-mail de la Historia! No se sabe lo que escribió en aquel mensaje. Se dice que escribió algo carente de lógica, ya que se trataba de una prueba. Sin embargo, aquel mensaje carente de lógica sirvió para mantener a la gente más comunicada entre sí.
Nos acercó, a pesar de la distancia, los unos a los otros.

jueves, 3 de diciembre de 2015

MIRANDO HACIA ATRÁS

Hola a todos.
La entrada de hoy en este blog es muy breve.
A veces, uno siente miedo de mirar hacia atrás. Es algo natural.
Todos fuimos una vez jóvenes inocentes y llenos de vida.
Teníamos muchos sueños que cumplir. Sentíamos que teníamos toda la vida por delante. Pero el tiempo pasa. Los sueños no siempre se hacen realidad. Y, cuando nos queremos dar cuenta, ya no somos unos chiquillos ingenuos.
Hemos crecido. Y corremos el riesgo de convertirnos en unos cínicos amargados.
Nos puede pasar a todos.

martes, 24 de noviembre de 2015

UN DIÁLOGO

Hola a todos.
Hace muchísimo tiempo que no hago una entrada en este blog.
Por ese motivo, me he animado a reabrirlo con este mítico diálogo.
Pertenece al inolvidable cuento de Blancanieves y los siete enanitos. 
Lo mantienen la madrastra y su espejo mágico.
¡Vamos a verlo!

-Espejito, espejito mágico en la pared dime una cosa, ¿quién es entre todas las damas de este reino la más hermosa?
- Mi Reina, estás llena de belleza, es cierto, pero tu joven hijastra, la princesa Blancanieves, es mil veces más hermosa que tú y jamás podrás cambiar eso.


jueves, 17 de septiembre de 2015

MICRORRELATO: "MISTRESS TAYLOR"

Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo intento de escribir un microrrelato.
Esta vez, sería un "one shot" muy pequeño de una de las novelas más famosas de Lisa Kleypas, Donde empiezan los sueños. 
Tengo un "fanfic" de esta novela a punto de que vea la luz, pero, de momento, os dejo con este "one shot".
Ambos tienen a la misma pareja protagonista, una pareja que, en la novela, pasa demasiado de puntillas y que debía de tener su propia historia debido a la química y a la pasión que ambos desprenden y que no demuestran más que en la escena en la que ambos se miden (preciosa, por cierto).
Son Elizabeth, la hermana de Zachary, y Jason, el primo de Holly.
Mistress Taylor es el nombre de este microrrelato, que deseo sea de vuestro agrado.

MISTRESS TAYLOR

ISLA DE BUCK AIT, EN EL RÍO TÁMESIS, 1857

               Han pasado veintiséis años. 
                       Veintiséis años en los que me he convertido en mistress Taylor. El amor que siento hacia mi marido ha ido creciendo con el paso de los años. Sólo nos tenemos el uno al otro. Vivimos en esta casa que es nuestro hogar. Nos relacionamos con los pocos vecinos que tenemos.
                      La verdad es que no me importa. No he tenido más amiga en toda mi vida que Holly. Es mi cuñada.
                      En realidad, es lo más cercano que tengo a una hermana.
                       Antes de ser mi cuñada, me enseñó todo lo que una joven de buena cuna debe de saber. Aunque no soy de buena cuna.
                       Gracias a Holly, entré en la alta sociedad londinense. 
                      Jason ha desarrollado todo su potencial creativo aquí. De vez en cuando, viajamos a Londres.
                       Sinceramente, me aburro en Londres. Cuando era más joven, encontraba maravillosa aquella ciudad. Poder asistir al teatro. Ir a un baile en Almacks. Dar un paseo por Hyde Park. Yo he crecido cerca del muello. Mi hermano ha hecho de todos para sacarnos adelante a nuestra madre y a mí. Incluso, se ha dedicado al boxeo. ¡Al boxeo! No se lo ocultó a mi cuñada.
                       He trabajado como modista. Fantaseaba con la idea de ponerme uno de los lujosos vestidos que solía coser. Una fantasía que no me abandonaba nunca. Ni siquiera mientras curaba a mi hermano Zach cuando regresaba a casa tras haberse enfrentado a alguien en combate. Mi madre me decía que tenía la cabeza en las nubes. Quizás, tenía razón la pobre. O no...
                       Jason ha hecho la vista gorda con mi origen dudoso. Dice que eso no le importa. 
                      Tampoco le importa los orígenes humildes de mi madre y de mi hermano. No se casó conmigo por el dinero. Mi hermano me entregó una dote digna de una Reina. Parece que hemos dejado el pasado atrás. 
                        Lo único que me atormenta es el no haberle podido dar un hijo a Jason. No me he quedado embarazada en los veintiséis años que llevamos casados. Hace poco, llegué a pensar que podía darle, aunque fuera tardío, un hijo a Jason. Sin embargo, el médico me dio una noticia demoledora. Mi menstruación ha empezado a retirarse. Me estoy secando por dentro. 
                      Jason se sienta a mi lado en el sofá que hay en el saloncito mientras tejo una manta con la que cubrir nuestra cama. Dormimos en la misma habitación. 
                     Me dice que soy lo mejor que le ha dado la vida. Que no sabría vivir sin mí porque me necesita hasta para respirar. ¿Cómo puede hablarme así después de tanto tiempo casados? Me veo reflejada en sus ojos cuando le miro con adoración. Nuestra vida en Buck Ait es una vida tranquila. 
                      Zach, mi hermano, y Holly, mi cuñada, nos escriben largas cartas. Hace unos pocos años que mi madre falleció. La vida ha seguido su curso. Pero su ausencia sigue doliéndome mucho. 
-No veo a Zach ni a Holly ni a mis sobrinos-me lamento. 
                       Pero tengo a Jason a mi lado. 
                       Me parece algo extraordinario amarle.
                       Me parece algo extraordinario que todas las noches se una a mí en la cama para amarme.
                       En esos momentos, ya no parece que yo tenga cuarenta y seis años ni él parece que tenga cincuenta. Ya no me siento tan vieja.
                      Comienza a acariciar mi cuerpo con sus manos. Me mordisquea en el lóbulo de la oreja. Me besa en un hombro.
                       Vuelvo a sentirme joven. Mi cuerpo rejuvenece cuando estoy cerca de Jason. Mi amor por él ha ido creciendo con el paso de los años. Me aterroriza la idea de perderle.
                       Sus labios se apoderan de mis labios. Nos fundimos en un beso tras otro beso. Son besos largos. Nos damos besos apasionados.
                       Me susurra palabras de amor que sé que son sinceras.
                       Llena de besos mi cara. Recorre con su boca mi cuello. Su lengua lame mis pechos, que todavía son firmes.
                      Y disfruto cuando me estrecha entre sus brazos. Cuando me hace suya y nos fundimos en un solo ser.
                       ¿Cómo puedo amar tanto a una persona?

FIN


martes, 15 de septiembre de 2015

NO FUE UN ERROR

Hola a todos.
Me gustaría compartir con vosotros este "one shot", de la novela de Patricia Ryan, El hechizo del halcón. 
Cambio algunas cosas, como que está más centrado en la figura de Edmund, el marido de Martine, la protagonista de la novela.
Deseo de corazón que os guste.

NO FUE UN ERROR

                                No quiero que estés triste, mi amado Edmund. 
                                Yo nunca quise ser como mi madre. La vi consumirse poco a poco por culpa de un amor desdichado. Un amor que acabó matándola. 
                                Un amor del que yo fui su infausto fruto. Nunca fui reconocida por mi padre. Nunca le he visto ni sé quién es. 
                               A lo mejor, es bueno que muera porque desaparece de la faz de La Tierra todo rastro de la desgracia de mi madre. 
                               Estrude está loca. Siempre pensó que yo era la amante de Thorne, tu halconero. Es cierto que me sentí atraída por él cuando le vi en el puerto. El barco que me llevó desde mi querida Francia hasta Inglaterra acababa de atracar. Yo estaba aterrorizada. 
                               No quería saber nada de los hombres. Pero tampoco quería ingresar en un convento. Mi hermano me dijo que, si quería, podía casarme. Y escogió al mejor de los hombres como mi marido. 
                                No pasó nada entre Thorne y yo. Deseaba no estar sola porque me sentía terriblemente sola. Hasta que no te conocí, no sabía lo que era estar enamorada. Confundí durante un breve periodo de tiempo mis sentimientos hacia Thorne. 
                                Estrude ha matado a Thorne. Le ha atravesado el pecho con una flecha disparada por su ballesta. Y, luego, ha hecho lo mismo conmigo. Hace mucho tiempo que no veo a Thorne. Y me apena saber que no ha logrado su mayor anhelo, que era ser el dueño de sus propias tierras. Estrude ha enloquecido. 
                                Thorne murió en el acto. Yo llevo tres días agonizando. 
                                Nos casamos el 3 de abril del Año de Nuestro Señor 1140. 
                                Tu hermano Bernard era el heredero de vuestro padre, al ser el hijo mayor. Tenía que ocuparse de sus tierras en la baronía que había heredado. Tú tenías muy poco. Pero te conformabas porque nunca fuiste ambicioso, mi amor. 
                                Nos instalamos en la pequeña isla de De Montford, en el condado de Reading. Está en el río Támesis. Tienes allí una casa muy amplia. 
-Éste será nuestro hogar-me dijiste cuando entramos. 
-Tengo mucho miedo, señor-te confesé. 
-¿Cuándo vas a empezar a llamarme por mi nombre, Martine? Estamos casados. Olvida las formalidades. 
-Lo intentaré. 
                                    Me aterraba la idea de consumar mi matrimonio contigo. 
                                    Tú fuiste el único hombre que me ha besado. Me has enseñado a besar. Nunca me ha dado asco sentir tu lengua moviéndose en el interior de mi boca. Y yo quería beber de ti, mi adorado Edmund. 
-Te respetaré-me dijiste cuando salimos de la Iglesia nada más casarnos. 


                                Nuestra boda fue más bien sencilla. Tú no dejabas de ser el segundo hijo de un barón arruinado. 
                                Y yo era la hija bastarda de una dama de noble cuna. Acudieron pocos invitados a nuestra boda. 
                                 Reconozco que lo agradecí. 
-Me siento más unida a vos-te dije cuando llegué a vuestro lado, ante el Altar.
-Puedes tutearme, Martine-me pediste. 
-Aún no estamos casados. 
                                 Te miré a los ojos. Yo ya estaba enamorada de ti cuando nos casamos. Thorne hacía mucho tiempo que no ocupaba mis pensamientos. 
                                Me cogiste de la mano y un escalofrío placentero recorrió todo mi cuerpo. 
                                 La idea de mi noche de bodas era algo que me aterraba. Me prometiste que no intentarías consumar nuestro matrimonio hasta no estar instalados en nuestra casa. Mirabas más por mí que por ti. Los hombres sólo piensan en sí mismos. Thorne era como todos los hombres. Sólo buscaba su propio placer. Por eso, acudió a Estrude. 
                                 Tú, en cambio, cumpliste tu promesa. 
                                 Hicimos el amor por primera vez cuando nos instalamos. 
                                 ¿Cómo voy a olvidar esa primera noche cuando me llevaste en brazos hasta nuestra alcoba? Me desnudaste con sumo cuidado y yo te desnudé a mi vez. 
                                 No sentí miedo alguno. 
-Martine...-empezaste a hablar, pero te interrumpí. 
-No digas nada-te pedí. 
-Es nuestra primera vez. 
-¿Qué quieres decir?
-Yo nunca...
                                 No terminaste la frase porque llenaste de besos mi cara. Nos fundimos en un largo beso. Un beso que estuvo cargado de mucha pasión por mi parte. Y por la tuya...
                                Tu lengua recorrió el interior de mi boca sin descanso. Enlazabas un beso tras otro beso. No querías dejar de besarme. Y yo, a mi vez, sólo quería beber de tu saliva. 
                                Llenaste de besos mis pechos. 
                                 Te sentí más mío que nunca. 
                                 Llegaste a besar mi vientre. A hurgar con tu lengua en mi ombligo. A besar mi sexo con reverencia. 
                                 Me abrazaste con mucha fuerza. Sentí tu lengua lamiendo mi piel y yo me animé a lamer con mi lengua tu piel. 
-Quiero hacerlo-te dije. 
                                 No sentí pánico alguno cuando abriste suavemente mis piernas. Aferraste con firmeza mis caderas. Poco a poco, te fuiste metiendo en mi interior. Casi no sentí dolor cuando rompiste la barrera de mi virginidad. 
                                Fuiste tan dulce. Tan delicado...
                               ¿Lo recuerdas, Edmund? 
                                Y volviste a amarme cuando acabamos. 
                                Volviste a llenar de besos cada porción de mi piel. 
                                 Creí que me volvería loca de placer. Ya estaba loca de amor por ti. 
                                 No me dio nunca pudor alguno el mostrarme desnuda ante ti mientras tú te mostrabas desnudo ante mí. Valoré mi desnudez como algo mío. Que formaba parte de mí. Igual que tu cuerpo desnudo era algo tuyo. Y yo amaba todo lo que venía de ti. Te amo, Edmund. 
                                 Durante todos estos años que hemos estado casados, he deseado con todas mis fuerzas darte un hijo. Por desgracia, mi vientre debe de haberse secado antes de tiempo porque nunca he logrado engendrar un hijo. Nunca he sido madre y siento que te he fallado, amor mío. Nunca me lo has echado en cara. 
                                 Me decías que no pasaba nada. 
                                 Me abrazabas. 
                                 Me decías que me amabas. Que, al no tener hijos, me amabas más. 
                                 No debías de repartir tu corazón entre nuestro hijo y yo. Sólo tenías ojos para mí, mi amado. 
                                 Me ahorraste la vergüenza de mostrar las sábanas manchadas con mi sangre virginal a tus hombres. Es la costumbre, me dijo mi doncella. 
                                 Tras nuestra primera noche de amor, no enseñaste nada. Mi doncella entró en nuestra habitación y nos vio juntos. Yo me estaba lavando. Tú estabas sentado desnudo en nuestra cama. Vio la sangre manchando las sábanas. Guardó silencio. 
                                 Dijo que se las daría a una criada. Las lavaría. 
                                 Durante estos últimos años, hemos pasado todas las noches el uno en brazos del otro. Me has besado con pasión en los labios mientras yacíamos desnudos en nuestra cama, Edmund. 
                                 No olvides nunca esas noches de pasión. Son el mayor regalo que me han hecho. Me amaste por encima de todas las cosas. 
                                  Besabas con arrebato mi cuello. Llenabas de besos mis pechos. Los lamías. 
                                  Decías que eran el fruto más delicioso que jamás habías saboreado. 
                                 Tus palabras me halagaban. 
                                  Me acostumbré a dormir a tu lado. 
                                 Abrazándote. Y me acostumbré a despertarme cuando me besabas en la mejilla con suavidad. 
                                Quiero pensar que he sido una buena esposa para ti. Quiero recordar nuestros paseos por la isla. Nuestras conversaciones en el salón. Quiero recordar cada momento que he vivido a tu lado. Quiero que sepas que me has hecho la mujer más feliz del mundo. Y que muero feliz porque te he conocido. Y porque te he amado. 


                            FIN

lunes, 14 de septiembre de 2015

ESCENA DE MI FANFIC

Hola a todos.
Aquí os traigo una nueva escena de mi "fanfic".
Espero de corazón que os guste.

                               Theodosia salió a dar un paseo por el jardín.
                               Había pasado un día desde que Evan se marchó. A pesar del dolor que experimentaba en su corazón, Theodosia fue incapaz de derramar una sola lágrima.
                                Recordaba los besos que Evan le había dado. Las caricias que sus labios habían brindado a su cuerpo.
                              Judith fue tras Theodosia. No quería dejarla sola.
                             Dieron un paseo por el jardín. Fue Judith la que llevó el peso de la conversación.
                              Le habló de Theodosia lo hermosas que estaban las rosas que habían plantado. Le mostró los lirios que la madre de la joven había plantado y que estaban creciendo. Le habló acerca de la posibilidad de plantar claveles. Theodosia parecía estar sorda. No escuchaba nada de lo que le estaba diciendo Judith.
-Estoy muy preocupada-se sinceró la doncella.
-Evan va a volver-insistió Theodosia-Me lo ha prometido.
-Pero...Va a estar un año fuera de casa. Y un año es mucho tiempo.
-Nos amamos.
-Eso no lo dudo.
                         Theodosia retorció sus manos con nerviosismo. Podían pasar muchas cosas en el transcurso de un año. Evan podía serle infiel con otras mujeres. Había escuchado historias acerca de hombres que se quedaban a vivir en otros países, lejos de sus esposas, porque se habían enamorado de otras mujeres.
                          No tenían nada en común. Evan estaba enamorado de Egipto. Theodosia no sabía nada acerca de aquel país. Ni siquiera habían tenido un hijo para estar más unidos.
                          Judith recordó lo que le habían dicho sus tías acerca de Theodosia. La joven todavía no se había casado.
                          Le dijeron que veían a otro hombre en su vida. Otro hombre que sería su gran amor. Pero que aquel hombre venía de muy lejos.
-¡Son tonterías!-exclamó Judith.
-¿Decías algo?-inquirió Theodosia-Te he oído hablar.
-No decía nada.
                          Evan acabaría volviendo a casa, pero cambiado, pensó Judith. Eso era lo que le habían dicho sus tías que iba a ocurrir.
-Tenga fe en su marido, señorita Theodosia-le aconsejó-Ya verá como le es leal.
-¡Eso espero!-suspiró la aludida-No podría soportar una traición si viene de él. ¡Lo quiero mucho!


sábado, 12 de septiembre de 2015

ESCENA DE MI FANFIC

Hola a todos.
Después de algún tiempo sin subir nada a este blog, me he animado a subir este fragmento de mi "fanfic" más disparatado.
No sé cuándo lo corregiré ni sé cuándo verá la luz, pero no deja de ser mi historia. No deja de ser un "fanfic" y debe de ver la luz en este blog.
Es una escena bastante subida de tono. Lo aviso de antemano.
Aquí os la dejo. Espero estar mejorando en esto de las escenas subidas de tono.

                                  Theodosia no se cansaba de besar a aquel hombre tan distinto a Evan. Él lamía sus labios con suma sensualidad. Sentía las manos de él acariciando todo su cuerpo. Ella misma le acariciaba el cuerpo con las manos sintiendo que era real.
                                 ¿Cuántas veces había sentido los labios de él besando su sexo? ¿Acaso no había sido real cuando besó su sexo, el sexo de él? Era real.
                                Theodosia pensaba que estaba volviéndose loca. ¿Quién era aquel hombre realmente? No sabía de dónde venía.
                                 El cabello rubio de la joven se extendía por la almohada. Ella también era real. Lo sentía. Estar en aquel lugar era tan cierto como su propia existencia.
                                Había besado su cuello muchas veces. En aquel momento, lo mordisqueó con suavidad. Pensó en beber su sangre.
                                La sangre de Theodosia...Roja en contraste con la blancura de su piel.
                                Sus labios besaron los hombros de la muchacha. Al mismo tiempo, acarició con la yema de los dedos los pezones de ella.
                                ¿Cuántas noches había besado los hombros de Theodosia?
                                Eran amantes. No se podía negar.
                                Se recreó en los pechos de Theodosia.
                               ¿Cuántas veces había besado aquellos pechos?
                                Los besó una y otra vez. Los lamió. Quería saborear su piel.
                                Mordió con avidez los pechos de Theodosia mientras la oía gemir. Los chupó queriendo beber de ellos.
-¿Quién eres?-le preguntó Theodosia.
                               Mordisqueó el lóbulo de la oreja de Theodosia. Quería morder toda su carne. Quería comer de ella.
                               Aquel pensamiento le había asaltado otras noches. Noches en las que estaba haciendo el amor con ella.
                               Mordisqueaba el lóbulo de su oreja. La besaba en la nuca.
                               Y quería más de ella.
                               Besó el vientre de Theodosia. Había perdido la cuenta de las veces que había recorrido con sus labios el vientre de Theodosia. No se cansaba de besarlo.
                              Aquella joven era un ángel. Y él...
                              Besó los muslos esbeltos de Theodosia. Había besado muchas veces aquellos muslos.
                              Estaban temblando.
                              Llegó a besar la planta de los pies de Theodosia. Llenó de besos las piernas de Theodosia.
                             Estaba muy excitado. Su piel ardía al contacto con la piel de Theodosia.
                            En otras ocasiones, al besar la espalda de la joven desde la nuca hasta las nalgas, notaba cómo su piel fría dejaba de serlo. Siempre tenía la piel fría. Se lo decía Theodosia. Tengo la piel de un cadáver, pensó.
                               ¿Qué era lo que sentía por ella? Sentía algo muy intenso. No lo debía de seguir negando. Se había enamorado de aquella criatura. Era de otro.
                             No lo debía de olvidar. Theodosia estaba casada con otro hombre. Con aquel Evan...
                             Le susurró palabras de amor. En aquel momento, quería pensar que ella también lo amaba. Pero la estancia de él en aquel lugar era algo temporal. Debía de contarle la verdad a Theodosia. Ella se había convertido en alguien importante para él.
                            Le hacía recordar que había sido humano una vez, muchos siglos antes, cuando todavía era la persona que regía el destino de una nación.
                             Para Theodosia...Él no era real. ¿Y si era alguien realmente para ella? Los dos existían.
                             Todo lo que estaban viviendo era tan real que no podía ser el producto de un sueño, de un delirio provocado por la fiebre o de una alucinación causada por las drogas. Theodosia estaba en su sano juicio y todo el mundo le había visto y podía decir que existía.
                            Besó el sexo de Theodosia.
                            La sintió estremecerse.
                            Se olvidó de todo cuando su lengua se hundió en la hendidura de la joven. Ya no recordaba las veces que había besado aquel sexo.
                            Quizás, en un primer momento, todo se trataba de pura satisfacción carnal para ambos. Theodosia era una mujer casada. Podía tener un amante. Sin embargo, debía de llevar las cosas con discreción para impedir un escándalo, ya que su marido se encontraba en algún lugar de Egipto.
                            Él estaba lejos del mundo al que pertenecía y ya tenía sus dudas sobre si realmente pertenecía a aquel mundo del que venía.
                            Los dos...
                            Se fundieron en un solo ser.
                            Él se hundió en el cuerpo de Theodosia. Ella le recibió con alegría.
                            Lo abrazó con fuerza. No dudó en hincar sus uñas en la espalda de él.
                            Los dos se movieron cada vez más y más deprisa.
                             Él apretó a Theodosia aún más contra él.
                             De pronto, todo estalló alrededor de ellos y él se oyó así mismo gritar al mismo tiempo que oía gritar a Theodosia.